¿Un tiempo propicio para la cuestión nacional?

2014/05/21
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Recientemente (el 7 de mayo) una delegación de ELA presidida por nuestro secretario general se reunía en Edimburgo con el primer ministro escocés, Alex Salmond. La semana anterior, participábamos con otros agentes sociales y políticos del país en la presentación del sitio norabidea.info, un blog que se va a hacer eco de los procesos de secesión en marcha en Europa, además de ser un lugar de reflexión sobre el futuro de Euskal Herria. Con ocasión de estos dos hechos, pensaba que si hace unos pocos años nos hubiesen dicho que en 2014 íbamos a conocer la convocatoria de sendos referéndums en Cataluña y Escocia; que la lucha armada iba a formar parte del pasado, y que todo ello coincidiría con una crisis sin precedentes del estado español tanto en lo social y económico (paro y desigualdad) como en lo político (integración territorial, monarquía, memoria...), entonces habríamos concluido que en 2014 íbamos a asistir a una coyuntura excepcional para poder dar un impulso a nuestra propia reivindicación nacional en términos de soberanía. La realidad, sin embargo, difiere bastante de esta hipótesis.

Xabier Anza, Secretario Nacional de Formación, en Landeia nº197.

Xabi_Anza

Recientemente (el 7 de mayo) una delegación de ELA presidida por nuestro secretario general se reunía en Edimburgo con el primer ministro escocés, Alex Salmond. La semana anterior, participábamos con otros agentes sociales y políticos del país en la presentación del sitio norabidea.info, un blog que se va a hacer eco de los procesos de secesión en marcha en Europa, además de ser un lugar de reflexión sobre el futuro de Euskal Herria. Con ocasión de estos dos hechos, pensaba que si hace unos pocos años nos hubiesen dicho que en 2014 íbamos a conocer la convocatoria de sendos referéndums en Cataluña y Escocia; que la lucha armada iba a formar parte del pasado, y que todo ello coincidiría con una crisis sin precedentes del estado español tanto en lo social y económico (paro y desigualdad) como en lo político (integración territorial, monarquía, memoria...), entonces habríamos concluido que en 2014 íbamos a asistir a una coyuntura excepcional para poder dar un impulso a nuestra propia reivindicación nacional en términos de soberanía. La realidad, sin embargo, difiere bastante de esta hipótesis.
Tres factores y una esperanza. Tres son, a mi entender, los factores que nos están impidiendo pasar de los “dientes largos” al accionar político. Y vamos a señalar un cuarto que creemos invita a la esperanza. El primer factor es la contramovilización orquestada por la razón de estado, ese mal llamado “inmovilismo”. Nos referimos a la política represiva que no cesa en forma de sumarios, de política penitenciaria inhumana, de redadas indiscriminadas, de negativa a la gestión del desarme... Esa política tiene unos objetivos evidentes: embarrar a la izquierda abertzale en las agendas del pasado; impedir su desenvolvimiento estratégico así como una eventual innovación político-organizativa; obstaculizar sus eventuales alianzas, y desgastar sus liderazgos políticos y su base electoral. Minimizar a futuro la impronta independentista, en definitiva.
El segundo elemento es la indisimulada involución del PNV en materia de autogobierno. Recientemente, se ha constituido una comisión parlamentaria sobre esta materia y, sorprendentemente, el lehendakari Urkullu, por una parte, ha renunciado a situar como punto de partida el estatuto político aprobado por el parlamento en 2005 y, por otra, ha dejado claro que cualquier propuesta de nuevo estatus deberá contar con el apoyo de, al menos, uno de los dos grandes partidos españoles. Esta doctrina no es nueva: lo mismo hizo el lehendakari Ardanza con el plan que llevó su nombre a finales de los 90, y el mismo principio defendió Imaz y aprobó el EBB en el documento llamado Elkarbizitzarako bakebideak de finales del 2005, tras la negativa de las Cortes españolas a discutir el Plan Ibarretxe. La doctrina no es nueva; lo nuevo es que esa opción sea, a día de hoy, una cuestión pacífica en el mundo jeltzale, toda vez que esta cuestión dividió al conjunto del partido (empezando por su dirección) entre los defensores del soberanismo que no da de comer y los partidarios de un nuevo abrazo de Bergara, como se titulaban mutuamente ambas corrientes.
Qué más pueden pedir Quiroga y López, que sin merecimiento reciben del lehendakari las llaves del veto a la ponencia de autogobierno; y qué mejor ejemplo que la responsabilidad de Urkullu puede esgrimir Rajoy para descalificar las veleidades soberanistas del president Mas. Por si no estaba suficientemente claro, el lehendakari subrayaba en el Aberri Eguna que de lo que se trata es de “diálogo, negociación, acuerdo y refrendo”. Un diálogo de élites, controlado, institucional, ordenado... en el que el pueblo sea convocado al final y, exclusivamente, para el refrendo.
El tercer factor que está impidiendo avanzar en la cuestión nacional en esta coyuntura es la lucha sin cuartel entre las dos grandes familias políticas abertzales por la hegemonía. Esa polarización persigue que basculen todas las organizaciones sociales y políticas hacia uno de los dos polos, simplificando el mapa y la referencias políticas, pero a un precio muy alto: impidiendo la identificación y el trabajo en común en espacios compartidos necesarios en clave de país, como pueden ser el debate de autogobierno, el desarme y la política penitenciaria… Y ello en una legislatura en que 48 de los 75 parlamentarios/as en Gasteiz son abertzales.
En este contexto político, el próximo 8 de junio hemos sido convocados por la iniciativa Gure Esku Dago a formar una cadena humana entre Durango e Iruñea para decir que somos una nación, que tenemos derecho a decidir y que es la hora de la ciudadanía. Como ha subrayado el Comité Nacional de ELA, esa iniciativa “constituye una referencia ilusionante y necesaria para comenzar a dar pasos más definidos en pos de la soberanía”, una oportunidad para incrementar nuestra conciencia política y posibilitar nuevas estrategias de acumulación de fuerzas”. Quizá es el momento de la sociedad, de arrastrar a los liderazgos políticos a donde, en principio, hoy no pueden o no quieren ir.