Histórico

2018/10/02
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El pasado 20 de septiembre, en el pleno de política general, Joseba Egibar se dirigió a la formación EH-Bildu para decirle que “hay que decir que sí, me mojo, aunque me critique ELA”. El jeltzale se refería de esa manera a que para dar más pasos en relación con el acuerdo de bases sobre el autogobierno, EH-Bildu tenía que mojarse, abordando la reforma de la RGI (se supone que en los términos acordados con el PSE para su recorte) y con la aprobación de los presupuestos. Esa parte del discurso de Egibar, por cierto, fue reproducida en El Correo y Deia, y omitida en Gara y Berria. Significativo.

Xabi_AnzaXabi Anza, responsable de formación en ELA

La frase de Egibar tiene su enjundia porque deja claras algunas cosas.

La primera es que, para el PNV, acordar sobre el derecho a decidir tiene un peaje: apoyar su política neoliberal.

Yo creo que lo que toca es renunciar al espejismo de una mayoría institucional que no es tal; asumir que el cielo no se asalta; entender que no hay izquierda sin el descenso a los infiernos de la precariedad, ni hay soberanismo sin ganar a las mayorías en vias de empobrecimiento

La segunda es que el PNV insulta y humilla a su aliado, diciéndole algo muy duro: no eres autónomo, estás sometido al sindicato mayoritario.

La tercera es que introduce un nuevo criterio de homologación: durante años, y siguen haciéndolo, reprocharon a la izquierda abertzale no estar homologada en términos éticos. Ahora le vienen a decir que serán realmente de fiar cuando suscriban la política de este gobierno que es la política que molesta a ELA.

Probablemente, lo más doloroso del llamamiento es lo más evidente: que Egibar insulta a EH-Bildu porque en realidad el PNV no se siente concernido por el acuerdo de bases que la izquierda abertzale califica de “histórico”. No se insulta, y menos en público, a aquel a quien necesitas para hacer un camino. El insulto recuerda que el camino no se va a hacer, que es exactamente lo que Urkullu no dejó de repetir en el mismo pleno de política general: que aprobar un nuevo estatuto con el 60% (con EH-Bildu) sería un error, que el articulado que se apruebe debe tener recorrido en Madrid… Más claro agua.

Yo no sé si la izquierda abertzale hará los deberes que Egibar le pide. Pero lo cierto es que el acuerdo de bases duerme en sueño de los justos, una vez que se ha trasladado a una comisión de juristas que incluye a sujetos como Del Burgo. Al parecer, terminarán su trabajo después de las elecciones europeas, municipales y forales de mayo (y demás “fiestas de la democracia” que nos quieran meter en medio). Luego ya se verá.

Lo sucedido en el pleno de política general es sólo una muestra más de cómo se maneja el PNV, de lo que le importa el estatus de soberanía, del modo que tiene de construir su hegemonía electoral frente a la izquierda, de la falta fineza que le caracteriza en su acción parlamentaria y de gobierno…

Por eso me llama poderosamente la atención el artículo de hoy en Berria, escrito por Igor Arroyo, secretario general adjunto de LAB. En ese artículo realiza una loa del acuerdo de bases entre PNV y EH-Bildu. No encontrarán en él ni una mala palabra para el aliado Egibar. Las malas palabras son para el sindicato mayoritario que, al decir de Arroyo, le está haciendo el caldo gordo a quién y al PNV.

Yo creo que esta secuencia muestra lo que por otro lado es obvio: ELA es un obstáculo objetivo para que las izquierdas vascas se homologuen en la política institucional acompañando las políticas de la derecha. Y ELA es un obstáculo objetivo para que se imponga definitivamente en el país el discurso del oasis vasco que lideran los jeltzales, discurso que es debidamente amplificado por la poderosa red clientelar y mediática que nos ahoga desde el punto de la mañana.

En ELA estamos orgullosos de este papel que estamos jugando. Y aunque Arnaldo Otegi nos diga, como lo hizo el otro día, que criticar es lo más fácil del mundo, yo puedo jurarle que no. Armar la oposición, hacer pedagogía de un discurso alternativo, ganar día a día militantes para un proyecto de transformación y confrontar con los poderosos no es fácil. Es difícil y es penoso. Y lo que es peor: no tiene garantizado un horizonte de victoria. Es simplemente lo que tenemos que hacer.

Yo creo que lo que toca es renunciar al espejismo de una mayoría institucional que no es tal; asumir que el cielo no se asalta; entender que no hay izquierda sin el descenso a los infiernos de la precariedad, ni hay soberanismo sin ganar a las mayorías en vias de empobrecimiento; y asumir con esperanza que, en tiempos de hegemonía neoliberal, lo que toca es una gran travesía del desierto hasta conseguir armar (si es que lo conseguimos) un nuevo “bloque”, ese sí “histórico”, no como el acuerdo de bases del que se burla estruendosamente (no ELA sino) uno de los firmantes.

Cita Igor Arroyo el documento suscrito por ELA y LAB hace ahora un año. Y estoy de acuerdo en que hay que desarrollarlo. Exactamente en el sentido del compromiso allí manifestado: “Colaborar e instar alianzas de izquierda, para lo que se requiere que la izquierda política priorice la agenda social, como base de la agenda soberanista”.

Nos vemos en las manis.