Gasolineras de Bizkaia: Cómo hacer frente a la reforma laboral

2013/03/25
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De Altube a Arrigorriaga puede haber 20-30 kilómetros. Los precios de la gasolina pueden diferir del orden de un céntimo. En cambio, en condiciones laborales hay un abismo. ¿Diferencia? Una huelga de 40 días en gasolineras de Bizkaia en 1988. (Reforma laboral, negociación colectiva, convenio sectorial)

A Eva y Mertxe
Por esta clase de gente merece la pena estar a pie de cañón día tras día

“No vamos a conseguir nada. La inaplicación del convenio no la van a soltar para nada. No merece la pena complicarse la vida.” Son frases que Josetxu Foruria, delegado de ELA en Campsa, tenía que oír cuando proponía luchar por el nuevo convenio de gasolineras de Bizkaia. “¡Tampoco yo esperaba ver a la policía ejercer de gasolinero!” se ríe ahora “pero ya ves, regalos que te da la lucha.” Es la propia experiencia la que habla; Josetxu fue protagonista de aquella huelga, y de ésta.

“El convenio de Bizkaia se consiguió después de una larga y dura huelga; logramos dejar atrás las míseras condiciones del convenio estatal” recuerda Josetxu. “Aunque la duración de las dos huelgas haya sido parecida, la que hemos hecho ahora no tiene nada que ver con la de entonces.” Las grandes petroleras llevaban años intentando cargarse el convenio y, por fin, la reforma laboral de febrero de 2012 les daba la opción para hacerlo. No tenían más que esperar al 7 de julio de 2013, para que el convenio perdiera su vigencia por el fin de la ultraactividad. Por otro lado estaban los pequeños propietarios de gasolineras para los que el convenio lejos de ser un problema era la solución. El problema era que la mayoría patronal la tenían las primeras, asociadas en AEVECAR con el 60% de representación. Los demás eran representados por CEBEK.

Gasolineras Bizkaia

La reforma laboral tuvo su respuesta en la Huelga General del 29 de marzo. Las gasolineras vizcaínas pararon como nunca antes lo habían hecho, lo que suponía un buen punto de partida para la lucha que había que organizar. Pero ¿dónde centrar esa lucha? ¿Cuál era el ámbito que mejores resultados podía dar? Había que tomar una decisión, conscientes de que cualquiera que fuera tendría sus inconvenientes.

El núcleo militante de ELA (que tiene el 40% de representación en el sector) es de Repsol. Intentar conseguir un convenio de empresa suponía luchar a nivel estatal y no se veía correlación de fuerzas suficiente para blindarse de la reforma laboral. Por lo tanto se decide luchar por conseguir los blindajes posibles en el convenio provincial, es decir, forzar a la patronal a que renuncie a la inaplicación del convenio. Tarea casi imposible.

El discurso que llevábamos era simple: a partir del 7 de julio nos podemos quedar sin convenio y nos pueden imponer las condiciones del convenio estatal.

Cuatro delegados de ELA hacen un plan, con su mapa y su calendario de visitas, para que todas las personas empleadas sepan lo que está en juego. En Bizkaia hay 114 gasolineras y estos delegados visitan todas y cada una de ellas una y otra vez, en turnos diferentes, para que no quedara nadie sin visita; una labor irrealizable con las 20 horas sindicales mensuales. Aquí los delegados ponen todo y más de su parte. Nos lo explica gráficamente Abel Armaolea, delegado de ELA en Campsa: “Piensa que son gasolineras desperdigadas por toda la provincia desde Somorrostro a Otxandiano, Durango, Gernika, Mundaka, Zalla... En cada estación pueden trabajar 4 personas pero a distintos turnos, por lo tanto tienes que ir a la mañana, tienes que ir a la tarde y tienes que ir a la noche.” Una labor inmensa en un sector muy atomizado, en el que la gente no se conocen entre sí. Una labor de hormiga, que requiere su tiempo y planificación, para que nadie quede fuera. “El discurso que llevábamos era simple: a partir del 7 de julio nos podemos quedar sin convenio y nos pueden imponer las condiciones del convenio estatal. La única manera de parar esto es pelear para forzar a la patronal a que firme el convenio provincial renunciando a los descuelgues.”

Seis meses de trabajo intenso hasta que se convoca una asamblea para finales de noviembre en Barrainkua. “Nos juntamos 150 personas en la sala. Teniendo en cuenta que ciento y pico no podían dejar su puesto de trabajo, juntar a 150 de un total de 400 es un éxito sin precedentes.” El trabajo planificado de meses dio resultado. La gente ya eran conscientes de lo que estaba en juego. El comité hizo dos propuestas: parar 10 días y ver que hace la patronal o ir a la huelga indefinida. La asamblea decidió ir a la indefinida, pese a que se insistió que iba a ser muy duro y que nadie sabía cuánto podía durar. “Les dije que hace 25 años fueron 40 días, muy duros, pero que ahora podía ser peor” recuerda Josetxu Foruria.

“Convenía empezar en las mejores condiciones posibles, por eso decidimos empezar el 20 de diciembre, después de cobrar la paga extra, para tener colchoncito.” La convocatoria de huelga se hace con 25 días de antelación para ir caldeando el ambiente y creando alarma social. A los medios les encantan las largas colas en las gasolineras y la gente con cara de pánico, diciendo lo primero que le viene a la cabeza.

“Daba igual que lo que hiciéramos fuera legal o no. Llegaba la ertzaintza y nos mandaba bajo amenaza de sanción administrativa”

“El Gobierno Vasco estableció los servicios mínimos con la apertura de 24 gasolineras” nos cuenta Abel. “Más allá de estas 24, cualquier establecimiento abierto recibía nuestra visita para recordar a lxs usuarixs que no debían repostar ahí. La mayoría de la gente al ver que estábamos de huelga nos apoyaba y tocaba la bocina cuando salía hacia una de las gasolineras de servicios mínimos. Solíamos andar unas cien personas en los piquetes. Cada mañana quedábamos a las 7:30 en Bilbondo o Basauri para organizarnos. Personas de todas partes de Bizkaia, que cada día hacían un montón de kilómetros para asegurar que la huelga fuera un éxito. Fue una pasada. Al principio no nos conocíamos ni de vista, pero poco a poco, compartiendo días enteros de actividades y experiencias varias, fueron creándose entre nosotros lazos cada vez más profundos. Entonces llegué a entender que es eso del espíritu de equipo. Fue impresionante.”

Las relaciones se hacen más fuertes en situaciones de dificultad. La policía hacía acto de presencia siempre que iban a repartir información y casi siempre eran desalojados con extrema dureza. “Daba igual que lo que hiciéramos fuera legal o no. Llegaba la ertzaintza y nos mandaba bajo amenaza de sanción administrativa”. Es decir, una sanción que no se puede recurrir y que te cuesta alrededor de 600 euros, tengas razón o no. Casi nada.

“Visto que no podíamos informar, recuperamos una táctica del 88. Cada piquete con su coche iba a repostar 20 céntimos, 30 céntimos, un euro, y se creaban unas colas enormes. En las de prepago, pedíamos llenar 25 céntimos, llenábamos 20, y volvíamos a pedir los cambios. Esto alargaba el proceso y se creaba una caos espectacular. Cómo no, también nos enviaron a la policía. Nos querían mandar pero les decíamos que nosotros éramos clientes. Entonces empezaron a pedirnos papeles, que si ese faro no esta bien, que si el permiso de circulación, que si la ITV,... Una especie de control en las colas de la gasolinera. No contentos con ello empezaron a trabajar para el empresario: Mueve el coche; yo te lleno el depósito, ¿cuánto quieres?; vete a pagar; Tú, ¿a donde vas? ¿al baño? quiero verte de vuelta en un minuto...

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Fueron 35 días sin respiro. AEVECAR no quería negociar. Los pequeños propietarios que no tenían ningún problema con el convenio provincial empezaron a afiliarse a CEBEK para que conseguir la mayoría de la parte patronal y poder firmar un acuerdo con los sindicatos. Pero en un solo día, las cosas cambiaron radicalmente. Fue un lunes. Las partes en litigio se sentaron alrededor de una mesa con el GV de oyente. El miércoles 30 de enero el acuerdo es ya factible, los abogados de AEVECAR aceptan renunciar a los descuelgues. El viernes llega la propuesta definitiva que se acepta mediante votación secreta en una asamblea el sábado 2 de febrero donde participan 200 personas. Se da por terminada la huelga.

¿Qué hubiera hecho CEBEK en caso de que hubiera tenido la mayoría?

Lo que son las cosas. AEVECAR que combatía desde siempre el convenio provincial es obligado a firmar y CEBEK que en teoría representa a aquellos pequeños empresarios a los que el convenio provincial les sirve, no firma. No es necesaria su firma para que el acuerdo se haga efectivo. ¿Qué hubiera hecho CEBEK en caso de que hubiera tenido la mayoría?

La mayoría de aquellos que decían a Josetxu que luchar no merecía la pena, que era imposible hacer bajar de la burra a la patronal, agachan la cabeza. “Pero todavía alguno se pone gallito. Yo me quedo con toda esa gente que cogía su coche cada día en una punta de Bizkaia, iba al parking de Bilbondo, se juntaba con compañeros y compañeras desconocidas y se organizaba para encarar el día, con la idea clara de lo que quería pero llena de incertidumbre.” Sin esta gente no estaríamos donde estamos.