Estado de bienestar y política de cuidados

2015/11/03
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Poner fin a la explotación de las trabajadoras de cuidados en los entornos urbanos requiere alternativas radicalmente democráticas que vayan más allá de la denominada “conciliación entre trabajo y vida”.

Johanna Brenner

Artículo publicado en Viento Sur el 19/10/2015

Johanna Brenner, coordinadora de estudios de género de la universidad de Portland, Oregon, EEUU.

Si tuviera un euro, o tan solo unos céntimos, por cada palabra que se ha escrito proponiendo soluciones a la conciliación de la vida laboral y familiar, mi fortuna estaría ya cerca de la de Alice Walton. Como ocurre con muchos otros dilemas centrales del capitalismo, las soluciones políticas ofrecidas en los últimos treinta años parecen razonables; sin embargo, al igual que el anillo de un tiovivo, quedan siempre fuera de nuestro alcance. [...]

Comunidades de cuidados

[...] la descentralización del Estado del bienestar y la provisión del cuidado a través de instituciones locales basadas en la vecindad ayudaría a construir formas de vida en común más democráticas.

"La capacidad de control local es un elemento necesario, pero una condición insuficiente para la creación de formas de vida democráticas"

No obstante, un posible fallo de este planteamiento es que los colectivos pueden ser opresivos e intolerantes, manteniendo su cohesión a través de la exclusión de determinados individuos o grupos, y siendo incapaces de resolver el conflicto a través de la negociación. Necesitamos pensar en formas de organización colectiva que minimicen estos riesgos potenciales. La capacidad de control local es un elemento necesario, pero una condición insuficiente para la creación de formas de vida democráticas. Si esos distintos colectivos no se relacionan entre sí de forma significativa, la solidaridad local puede convertirse fácilmente en un proteccionismo provinciano.

La toma de decisiones a nivel local permite a los colectivos desarrollar sus propias estrategias en el empleo de recursos y organizar sus responsabilidades de cuidados. Pero la distribución de recursos entre distintos colectivos y el establecimiento de un marco para la toma de estas decisiones requiere crear formas de gobierno a un nivel territorial superior.

"La distribución de recursos entre distintos colectivos y el establecimiento de un marco para la toma de estas decisiones requiere crear formas de gobierno a un nivel territorial superior"

La extensión del proceso democrático de toma de decisiones pone a los grupos locales en contacto con una ciudadanía más amplia.

Nuestro modelo es el de un sistema de municipalismo donde los grupos locales envíen representantes a instituciones de toma de decisiones a nivel regional. Por ejemplo, las cooperativas de guarderías (que estarían arraigadas en los barrios, conectadas a grupos de viviendas colectivas, apoyadas por voluntarios de cada una de estos espacios colectivos de cuidados y empleando a trabajadores con una buena formación y salarios dignos) enviarían representantes a la asociación de las cooperativas de guarderías a nivel municipal.

Las decisiones sobre los cuidados podrían llevarse a cabo entre las cooperativas de cuidado de las y los menores y los trabajadores y trabajadoras. Y podrían participar en el diálogo sobre las políticas y la asignación de recursos a nivel regional a través de sus representantes,

"Nuestro modelo es el de un sistema de municipalismo donde los grupos locales envíen representantes a instituciones de toma de decisiones a nivel regional"

que informarían de su actividad con regularidad. El control de la mayor parte de las decisiones permanecería a nivel local, pero al mismo tiempo, se contaría con una activa participación a nivel regional, y ésta sería un requisito para recibir recursos.

Es importante señalar que hay muchas maneras “buenas” de cuidar. Nuestra visión de la socialización tendría que incluir flexibilidad, variedad y la posibilidad de elección. Estos son principios importantes porque nos fuerzan a apreciar la complejidad de las relaciones humanas y estar dispuestas a dejar que las personas experimenten con diferentes estrategias a la hora de vivir juntas y cuidar las unas de los otras. Habrá diversas preferencias sobre si apoyarse más en trabajo pagado, en cuidados colectivizados, o en unos y otros. Habrá diferencias culturales que negociar también.

"El control de la mayor parte de las decisiones permanecería a nivel local, pero al mismo tiempo, se contaría con una activa participación a nivel regional, y ésta sería un requisito para recibir recursos"

Las ciudades tienen una ventaja en este sentido porque es fácil desplazarse de un espacio colectivo a otro, incrementando las posibilidades que una tiene de elegir de qué forma vivir. Además, cuando existe un transporte público bueno, las personas de colectivos diversos tienen más oportunidades de realizar encuentros presenciales para dialogar de forma respetuosa sobre el conjunto de cuestiones que surgen en el trabajo de cuidados: si lo realizamos como trabajo no remunerado hacia aquellos que queremos, o como trabajadores cualificados. Y, no nos equivoquemos, todo el trabajo de cuidados es cualificado, aunque estas habilidades raramente son reconocidas.

Es, de hecho, un testimonio de la capacidad de adaptación de los seres humanos y del poder de los vínculos colectivos que tantas trabajadoras de cuidados, infraremuneradas e infrareconocidas como están, encuentren sentido al trabajo que realizan y lo hagan tan bien como lo hacen en esas circunstancias. Imaginemos qué bueno sería el trabajo de cuidados remunerado si se realizara a través de cooperativas con financiación pública, donde los y las trabajadoras pudieran realizarse profesional e intelectualmente, tuvieran control sobre su trabajo, el tiempo necesario para hacerlo de manera que cubriese las necesidades de las personas que cuidaran y donde, por supuesto, ganaran unos salarios dignos y tuvieran reconocimiento social.

Contamos ya con algunas experiencias que sugieren cómo podrían funcionar ese tipo de instituciones. Las guarderías públicas de Quebec están organizadas de forma conjunta por los sindicatos de las y los trabajadores y las asociaciones de madres y padres, que participan todos ellos en unos comités de dirección elegidos democráticamente. Los trabajadores y trabajadoras de las guarderías de Quebec tienen salarios muy por encima de la media de su sector en el resto de Canadá. Estas trabajadoras y trabajadores, con su sindicato y junto a las madres y padres, han constituido una organización fuerte en la provincia, con capacidad para mantener y extender el sistema y financiarlo a través de impuestos más altos.

"Es importante señalar que hay muchas maneras “buenas” de cuidar. Nuestra visión de la socialización tendría que incluir flexibilidad, variedad y la posibilidad de elección"

En Estados Unidos, por otra parte, está creciendo el número de cooperativas de la y los trabajadores del sector de cuidados. Se estima que un tercio de las cooperativas en ese país son proveedoras de servicios. La cooperativa de Filadelfia Childspace, por ejemplo, tiene tres guarderías cuya propiedad y gestión es de sus trabajadoras. En Oakland hay cinco cooperativas de limpieza que son también propiedad de sus trabajadoras. Se crearon con el apoyo de Prospera (la anterior WAGES), y cuentan con noventa y cinco trabajadoras. Y la cooperativa Beyond Care, en Brooklyn, tiene cuarenta y dos miembros que ofrecen cuidado de niños.

La mayor parte de las cooperativas tienen un tamaño relativamente modesto. Pero incluso una empresa de cuidados de grandes dimensiones puede organizarse en forma de cooperativa. Cooperative Home Care Associates, en el Bronx, es una proveedora de cuidados a personas mayores y con diversidad funcional organizada en forma de cooperativa de trabajadoras, con 1.600 miembros afiliados al sindicato, la mayor parte de los cuales son mujeres de color que trabajan como cuidadoras y toman sus propias decisiones sobre cómo invertir los recursos de la cooperativa. Las trabajadoras participan también en el desarrollo de programas de formación y de mejora en la calidad de los servicios ofrecidos. Estas organizaciones nos ofrecen una ventana para imaginar las posibilidades de organización colectiva de cuidados de calidad a nivel local. Nos dan pistas sobre cómo organizar los servicios públicos en toda una ciudad.

"Mientras las y los empleadores tengan un dominio absoluto del tiempo de los trabajadores y trabajadoras, se mantendrá el conflicto entre trabajo remunerado y cuidados"

[...] Las instituciones cooperativas y democráticas, como es el caso de los presupuestos participativos, las cooperativas de trabajadoras de cuidados o las viviendas colectivas son proyectos inspiradores, pero sólo pueden realizarse con todo su potencial en el contexto de otros cambios más profundos.

El primero de ellos es una jornada laboral diaria y semanal más breve, que libere tiempo para los cuidados, y para la participación social y política. En segundo lugar, puestos de trabajo donde las expectativas laborales y las trayectorias profesionales se organicen a partir del supuesto de que todos y todas las trabajadoras tienen responsabilidades de cuidados y trabajarán en función de éstas.

El carácter universal de estas normas en los espacios laborales es crucial. Una de las razones por las cuales las mujeres cobran menos que los hombres a lo largo de su vida es que los empleadores establecen formas de retribución variable en función del “compromiso” de los trabajadores, valorando los años de experiencia y la disponibilidad para trabajar más horas. Las trabajadoras son penalizadas a largo plazo por sus breves salidas de la fuerza de trabajo. Las mujeres tienen muchas más probabilidades que los hombres de condicionar su empleo a las demandas de cuidado de niños y ancianos, lo que las sitúa en desventaja. Los permisos de maternidad bien remunerados tienen muchas virtudes, pero no afrontan este problema.

Mientras las y los empleadores tengan un dominio absoluto del tiempo de los trabajadores y trabajadoras, se mantendrá el conflicto entre trabajo remunerado y cuidados. Y mientras los servicios de cuidados no tengan apenas fuentes de financiación como bienes públicos, o se vean abocados a lanzarse a las presiones competitivas del mercado, los hogares, y especialmente las mujeres que habitan en ellos, se verán forzadas a "elegir" cargar ellas mismas con estos “trabajos del corazón”.

En EE UU está surgiendo un movimiento que cuestiona el llamado horario flexible de los sectores de venta al por menor y hostelería. Voces críticas a este sistema han llamado la atención sobre los problemas que afrontan padres y madres, y en particular las madres solas, con un horario que les obliga a estar continuamente disponibles para posibles turnos, o donde se les avisa con tan solo uno o dos días de cuáles serán sus horarios de trabajo. Son ejemplos donde vemos claramente cómo la lógica del beneficio deteriora los cuidados.

Al participar y apoyar todas estas luchas que defienden la vida frente al beneficio, tendríamos que seguir mirando más allá de los estrechos límites impuestos por el actual dominio del capital, participando en la concepción de nuevos proyectos e imaginando formas alternativas de cuidar a través de relaciones sociales y de instituciones que sean colectivas, pero también democráticas, reflexivas y abiertas a la crítica.