David Harvey: Lealtades, identidades y compromisos políticos

2014/12/04
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En su libro "Espacios del capital" David Harvey pretende explicar la geopolítica del capitalismo y fundamentar la geografía espacial en la justicia social. Las reveladoras observaciones sobre las actuales tendencias sociales, medioambientales y políticas demuestran lo vital de este pensamiento para comprender cómo es y cómo debería ser el mundo. A continuación os presentamos un fragmento extraído del novelo capítulo.

David Harvey, extracto del libro: Espacios del capital. Hacia una geografía política.

David Harvey" [...] Hay otra manera de expresarlo. ¿Pueden las identidades políticas y sociales for­jadas bajo cierto tipo de orden industrial opresivo que opera en un lugar determi­nado sobrevivir al hundimiento o a la transformación radical de dicho orden? La respuesta inmediata que emitiré és «no» {y nuevamente se me ocurren muchas pruebas que se pueden aportar para respaldar dicha conclusión). Si es así, la per­petuación de esas identidades y lealtades políticas exige la perpetuación de las con­diciones opresivas que dieron lugar a ellas. Los movimientos de la clase obrera pue­den entonces intentar perpetuar o volver a las condiciones de opresión que los generaron, de la misma forma que mujeres que han adquirido su sentido de sí bajo condiciones de violencia masculina pueden volver a convivir una y otra vez con hombres violentos.

La per­petuación de esas identidades y lealtades políticas exige la perpetuación de las con­diciones opresivas que dieron lugar a ellas

Ese paralelo es instructivo aquí. Es posible, como muchas feministas han soste­nido y muchas mujeres han demostrado, romper el patrón, salir de la dependencia. Los movimientos de la clase trabajadora pueden mantener de manera similar un im­pulso revolucionario y al mismo tiempo asumir nuevas identidades bajo condicio­nes de trabajo y de vida transformadas. Pero es un proceso largo y duro que nece­sita mucho trabajo y cuidado. Williams reconoce explícitamente esta dificultad en el análisis que hace de la cuestión ecológica:

No sirve de nada decirles a los mineros de Gales del Sur que todo lo que los rodea es un desastre ecológico, Ya lo saben. Viven en él. Llevan generaciones viviendo en él. Lo llevan en los pulmones [...] Pero no puedes decir sin más a personas que han dedicado su vida y su comunidad a cierto tipo de producción que todo eso tiene que cam­biar. No puedes decirles sin más: salid de las industrias perjudiciales, salid de las indus­trias peligrosas, hagamos algo mejor. Todo tendrá que hacerse mediante negociación, mediante una negociación equitativa, y habrá que mantenerla ininterrumpidamente a lo largo del camino (Williams, 1989a, p. 220).

¿Y existe una escala más allá de la cual el «particularismo militante» se vuelve imposible de cimentar, y mucho menos de sostener? El problema para la política socialista es en­contrar modos de responder a tales cuestiones, no con un sentido definitivo

La preocupación al final de esa senda de negociación es que los partidos y los gobiernos socialistas sólo consigan debilitar las identidades y las lealtades sociales y políticas que proporcionan el semillero de su propia base (nuevamente, se pueden presentar muchas pruebas de tal hipótesis en Europa occidental desde la Segunda Guerra Mundial). Se podría sostener que el socialismo siempre supone la negación de las condiciones materiales de su propia identidad política. Pero se da el caso de que el capitalismo ha tomado fortuitamente en los pasados veinte años una senda hacia la eliminación de muchos de los particularismos militantes que tradicional­mente han supuesto la base de la política socialista: se han cerrado las minas, se han recortado o cerrado las cadenas de montaje, los astilleros se han quedado en silen­cio. De esa manera, o bien asumimos la posición que Hayter me manifestó -que el futuro del socialismo en Oxford dependía del resultado de una lucha para conse­guir que el empleo masivo en la producción automovilística volviera a Cowley (una opinión que yo no podía aceptar)- o bien tenemos que buscar nuevas combinacio­nes de viejas y nuevas formas de particularismo militante para cimentar una versión de política socialista muy diferente. No veo más opción que la segunda senda, por muy difícil y problemática que pueda ser. Esto no supone abandonar la política de clase en los «nuevos movimientos sociales», sino explorar diferentes formas de alianzas que puedan reconstituir y renovar la política de clase. Dicho pragmática­mente, la política de clase en Oxford podía sobrevivir al cierre total de la fábrica de Cowley, pero sólo asegurándose una nueva base.

En todo esto hay aún otra dimensión más, relacionada con la cuestión de la es­cala espacial y el horizonte temporal. Con respecto a la primera, Neil Smith (1992, pp. 72-73) ha comentado recientemente que no hemos conseguido franquear las diferentes escalas espaciales de teorización social y acción política, ni relacionar di­chas escalas. Resalta lo que a mí me parece una confusión fundamental en las in­terpretaciones contemporáneas del socialismo, derivada de «un silencio general so­bre la cuestión de la escala»;

La teoría de la escala geográfica -más correctamente la teoría de la producción de esca­la geográfica- está terriblemente subdesarrollada. En efecto, no hay teoría social de la escala geográfica, por no hablar de una teoría materialista histórica. Y, sin embargo, influye enormemente en toda nuestra interpretación geográfica de la vida material. ¿Fue la represión brutal de la plaza de Tiananmen un acontecimiento local, regional o nacional, o fue un acontecimiento internacional? Podríamos razonablemente asumir que fue los cuatro, lo cual refuerza inmediatamente la conclusión de que la vida social se construye y opera en una es­pecie de espacio jerárquico anidado, no en un mosaico. ¿Cómo concebimos críticamente es­tas diversas escalas anidadas? ¿Cómo las arbitramos y nos trasladamos de una a otra? -

El capitalismo en cuanto sistema social no sólo ha conseguido sortear sino a me­nudo manipular activamente tales dilemas de escala en sus formas de lucha de cla­ses. Esto es especialmente cierto de su propensión a alcanzar un desarrollo sectorial y geográfico desigual para provocar una competitividad divisiva entre lugares defi­nidos a diferentes escalas. ¿Pero dónde empieza y termina el «espacio»? ¿Y existe una escala más allá de la cual el «particularismo militante» se vuelve imposible de cimentar, y mucho menos de sostener? El problema para la política socialista es en­contrar modos de responder a tales cuestiones, no con un sentido definitivo, sino precisamente definiendo modos de comunicación y de traslación entre diferentes ti­pos y niveles de abstracción."