Conectar las políticas antiausteridad y de justicia climática

2016/01/08
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La humanidad se enfrenta actualmente a una serie de profundas y difíciles crisis: económica, social, política, alimentaria y, por último, pero no menos importante, la crisis climática, que amenaza la existencia misma de millones de personas en este planeta. Estas crisis tienen muchas causas fundamentales en común, que apuntan al núcleo de nuestro sistema económico. Están involucrados fuertes intereses creados. Por lo tanto, estamos ante una lucha basada en intereses. En todo el mundo, la gente se está organizando y luchando contra los efectos de estas crisis.

Asbjorn WahlAsbjørn Wahl, presidente del Grupo de Trabajo sobre Cambio Climático de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (artículo publicado en Viento Sur)

Los sindicatos están muy involucrados en muchas de estas luchas, al igual que muchos otros movimientos, tanto monotemáticos como movimientos sociales más amplios. Cada vez se cuestiona más todo nuestro modelo social, la forma en que producimos y consumimos. La manera de salir de estas crisis requiere un cambio de sistema, que solo se puede lograr si somos capaces de alterar el equilibrio de poder en la sociedad. Esto nos deja con el desafío de unificar los movimientos y luchas en curso, y sobre todo unificar la lucha contra la austeridad con la lucha contra el cambio climático.

Las emisiones siguen creciendo

Solo la presión masiva desde abajo, desde una amplia coalición de sindicatos, movimientos sociales, ecologistas y otros nos puede salvar de la catástrofe climática

Los gobiernos han estado negociando durante más de 20 años (más o menos desde la Cumbre de Río en 1992) con el fin de ponerse de acuerdo sobre las medidas que puede salvarnos de la crisis climática. Lo que ha ocurrido durante estos más de 20 años, sin embargo, no es la reducción necesaria de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Todo lo contrario, las emisiones han aumentado enormemente, en más de un 60% desde 1992. Las emisiones del transporte han aumentado un 120% en los últimos 30 años, y todavía están aumentando en todo el mundo, a un ritmo que sobrepasa las reducciones en otros sectores de la economía.

Teniendo en cuenta los efectos catastróficos que el calentamiento global va a tener, ¿por qué nuestros gobiernos no han podido ponerse de acuerdo sobre las medidas necesarias, que son a la vez posibles y realistas, para reducir las emisiones de GEI? No es porque falten soluciones. La crisis climática se puede prevenir. Tenemos el conocimiento y la tecnología que necesitamos. Lo que nos falta es el suficiente poder social, político y económico para llevar a cabo las medidas necesarias para detener el calentamiento global. Es, en otras palabras, una cuestión de poder. El poder social, político y económico para detener el calentamiento global, sin embargo, no vendrá de las élites económicas y políticas que nos gobiernan y controlan las grandes petroleras y las grandes finanzas. Solo la presión masiva desde abajo, desde una amplia coalición de sindicatos, movimientos sociales, ecologistas y otros nos puede salvar de la catástrofe climática.

Una lucha basada en intereses

La austeridad es una política de clase, llevada a cabo con el fin de destruir el estado de bienestar, privatizar la propiedad pública y los servicios públicos y derrotar al movimiento sindical, todo ello con el objetivo final de aumentar el rendimiento de las inversiones

Estamos hablando de intereses creados, y estamos levantándonos en contra de algunas de las corporaciones más poderosas del mundo, en connivencia con un ejército de políticos neoliberales al servicio de sus intereses. Siete de las diez empresas más grandes y poderosas del mundo son empresas petroleras. Estas empresas utilizan todo su poder para evitar políticas que podrían perjudicar sus intereses económicos. Ejercen un enorme poder económico y político. Cuando los políticos están a la venta, los compran. Cuando los gobiernos o regímenes desafían su poder, estas empresas contribuyen a deshacerse de ellos.

Los efectos de las crisis económicas, sociales y políticas que vivimos y hemos vivido durante algún tiempo es otra lucha basada en intereses, y no es tan difícil de identificar los diferentes intereses. Los trabajadores de todo el mundo luchan contra la crisis. Luchan por puestos de trabajo. Luchan por trabajos decentes. Luchan por salarios dignos. Luchan por la protección social. Luchan contra el desempleo. Luchan contra la degradación social. Luchan para mejorar sus comunidades. Luchan por los medios de subsistencia de sus familias.

Muchas de las políticas que afectan estas crisis son políticas de austeridad. Las políticas de austeridad no son, como dicen algunos, “recortes necesarios de unos servicios públicos excesivos” o “ajustes a la baja necesarios para que los salarios de los trabajadores sean competitivos”. La austeridad es una política de clase, llevada a cabo con el fin de destruir el estado de bienestar, privatizar la propiedad pública y los servicios públicos y derrotar al movimiento sindical, todo ello con el objetivo final de aumentar el rendimiento de las inversiones. Esto representa la primera línea en la actual guerra de clases mundial.

Crisis sistémicas

La lucha contra el cambio climático, contra la catástrofe climática, no es una lucha adicional que el movimiento sindical deba asumir, junto con la lucha contra la austeridad. Es, y lo será cada vez más, una parte importante de la misma lucha. Si no se detiene el cambio climático, o se limita a 1,5 o 2 °C, se convertirá en el asesino número uno del empleo. Destruirá comunidades. Destruirá millones y millones de puestos de trabajo, y dará lugar a una enorme degradación social. Redistribuirá aún más la riqueza desde abajo hacia arriba, aumentará masivamente la pobreza y causará crisis de emigración de dimensiones desconocidas. Por tanto, nuestra lucha para evitar un cambio climático devastador es una parte importante de la lucha por el tipo de sociedad que queremos.

Tanto la crisis económica como la crisis climática son sistémicas. Ambas hunden sus raíces en el mismo sistema económico: un sistema que está orientado a la obtención de beneficios en lugar de producir valores de uso, un sistema que depende el crecimiento económico (un capitalismo sin crecimiento es un capitalismo en crisis), un sistema que está explotando a los trabajadores y sobreexplotando los recursos naturales, un sistema montado sobre crisis que crean y recrean de nuevo el desempleo masivo, pobreza y miseria una y otra vez. Ahora, este sistema también está a punto de destruir el planeta Tierra como el lugar donde vivir para las futuras generaciones.

Propiedad pública y control democrático

Para detener esto tenemos que actuar rápidamente y con fuerza. Ya estamos acercándonos al punto de no retorno en relación con el umbral de los 2 °C de calentamiento global. Durante las más de dos décadas del proceso de las COP (Conferencias de las Partes), hemos visto que las grandes petroleras, las grandes finanzas, los gobiernos neoliberales y las fuerzas del mercado no han sido capaces de resolver estos problemas para nosotros. Lo mismo ocurre con las crisis económicas y sociales. Por el contrario, están movilizando todo su poder para evitar cualquier restricción de su caza desesperada de más beneficios. Más austeridad y más emisiones de GEI son el resultado.

Por lo tanto, la única manera de afrontar estos retos pasa por someter estas poderosas corporaciones e instituciones a control democrático. Eso requiere la movilización de un enorme poder social y político. Ni el movimiento sindical, ni el movimiento ecologista, ni otros movimientos sociales sectoriales, ni movimientos monotemáticos son capaces de ganar esta lucha solos. Necesitamos, más que en cualquier momento antes, construir amplias alianzas de movimientos sociales –y otros– si queremos cambiar el rumbo de esta lucha.

Unificar la lucha social con la lucha contra el cambio climático

Dada su posición estratégica en la sociedad, el movimiento sindical tendrá que desempeñar un papel decisivo en esta lucha. Sin embargo, debemos ser honestos y admitir que, hasta el momento, el movimiento sindical no ha asumido responsabilidad suficiente en la lucha contra estas crisis. Los sindicatos están a la defensiva en todo el mundo. Hay razones para ello, en las que no voy a profundizar aquí, a pesar de que es un tema sumamente importante que creo que debería haber merecido más atención en muchas de las reuniones aquí, sobre todo en las reuniones organizadas por los propios sindicatos. Tal vez eso también podría habernos ayudado a ir más allá de la muy estrecha preocupación textual por la llamada “transición justa”, para centrarnos más en las estrategias para lograrla.

Las principales tareas que afrontamos hoy me parecen bastante claras. Tenemos que unificar la lucha social con la lucha contra el cambio climático, ya que las causas de raíz, así como las medidas necesarias para luchar contra ellas son mayormente idénticas. Tenemos que construir amplias alianzas, lo bastante fuertes como para movilizar el poder suficiente para cambiar el equilibrio de poder en la sociedad. Someter sectores estratégicos de nuestra economía a la propiedad pública bajo control democrático tendrá que ser una parte decisiva de esta lucha. En la lucha por el cambio climático, el sector energético se sitúa en la vanguardia. Todas las emisiones de CO2 tienen que ver con la energía, y sin someterla a control democrático, no hay posibilidad de lograr las transformaciones que necesitamos, con la suficiente profundidad y rapidez.

Presión creciente desde abajo

La lucha contra la austeridad plantea la necesidad de la propiedad pública y del control democrático sobre una serie de otras áreas: proveedores de servicios que sean públicos, así como la producción de bienes y servicios privatizados. La lucha contra el cambio climático y la lucha contra la austeridad no pueden ser abstractas y demasiado generales. Estas luchas tienen que hacer frente a problemas concretos y soluciones de la vida cotidiana de los trabajadores y de las personas en general. Tenemos que unificar y ampliar las luchas, tal como nuestra experiencia nos enseña a hacer. La mayoría de los sindicatos hoy están involucrados en algún tipo de lucha antiausteridad y se unen cada vez más a la campaña contra el cambio climático. Iniciativas como Trade Unions for Energy Democracy (TUED) [Sindicatos por la Democracia Energética] representan avances importantes en este sentido. Lo que necesitamos ahora son amplias coaliciones dispuestas a luchar, una agenda más radical, más militancia, y por lo tanto una presión creciente desde abajo.